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martes, 14 de diciembre de 2010

Alta producción 2010: Polo Recayte

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BARRILETES

¡Un barrilete bueno! Bien armado con cañas limadas a borde de cuchillo con papel de color, engrudo de harina cocida, con el centro de las cañas atados con hilo choricero, sí el de atar chorizos, con doble vuelta al costado de la cañas, uno para el papel y otro para los flecos.
Colores a gusto, flecos largos o más cortos, cola de trapo que hacíamos con tiras de ropas viejas y hasta con nuestras medias, que desaparecían mágicamente, olor a papel y engrudo, olor a caña, olor a rocío y a pasto.
Olor a desafío, hojitas de afeitar en la cola y guerra de barriletes, pero también emoción de invento…
El barrilete más grande que hice fue de mi altura, entonces un metro y medio, era cuadrado y no usamos cañas, mi hermano me acompañaba en su construcción... él me ayudaba a hacerlo con sólo quedarse mirando, sin tocar nada. Él tenía 4 o 5 años yo unos 4 más. En lugar de cañas usamos maderas cuadraditas que conseguimos de regalo en la carpintería, el papel que usamos fue de diarios. Era muy pesado y tenía dudas si subiría, pero estábamos esperando una tormenta para subirlo, “parece que mañana lloverá y un rato antes soplará el siempre presente viento del sur que trae la tormenta”. Pero el objetivo no era sólo hacer un barrilete grande… también pensamos en subirlo con un cajoncito en la cola”. Allí podría ir Pon-pon el gato de mi mamá, “el estará contento”. No, no le pasara nada, “haré bien el canastito”, y con una cola pesada, no coleará, no se bamboleará para los lados revoleando al michi.
Además había visto en el Pato Donald, que Pardal el inventor juntaba la energía de los rayos. Los atraía con un barrilete y después cuando el hilo ya mojado conducía la electricidad hacia el acumulador él cerraba la tapa y quedaba allí guardada. Pero yo sólo quería poder atrapar un refusilo (forma de llamar a los relámpagos en casi toda la provincia de Buenos Aires).
Tendríamos problema con el hilo de remontar, era muy fino, así que decidimos ponerlo doble. Cuando estuviese arriba haría mucha fuerza y uno solo no aguantaría.
Me paré frente al cuadrado, medí los tiros de igual largo y anudé todo al hilo que lo retendría sujeto a mi mano. Lo alcé comprobando su peso, y no muy contento procedí a hacer el enganche para la cola, una vez terminado esto cortamos en tiras el pantalón viejo de mi viejo, una blusa de mi mamá y ya conformes atamos esta cola al cuadrado. Lo pusimos con cuidado contra una pared y nos fuimos a tomar la cocoa con leche y pan, antes de irnos a dormir. A la mañana tendríamos tiempo de retocarlo si hacía falta.
La ansiedad me tenía sin sueño, y pensaba como iba a sujetar el barrilete. Dolería la mano ante la raspadura del hilo haciendo fuerza o escurriéndose imparable. Pero al ratito ya tenia la solución…haría pasar el hilo por un tronco, a la vuelta, rodeándolo y recién continuando lo ataría a mi muñeca. Cuando tire, la fuerza la soportaría el tronco y no me quemaría los dedos.
Pero otra duda no me dejaba dormir…y esta no tenía solución…
Golpeaba acompasadamente la cabeza en la almohada para ver si me dormía, pero la pregunta no me dejaba, ¿como tendría sujeto el hilo de barrilete?
¡¡Si descargaba un refusilo el rayo me fulminaría!! Seguro me moriría antes de escuchar el trueno.
Golpeaba la cabeza una y otra vez, pero no se producía el aturdimiento que previamente me llevaría al sueño. Finalmente ya cansado de intentar buscar una solución decidí que lo subiríamos antes que se largase a llover, antes que se moje el hilo, antes que lleguen los refusilos, antes de todo eso… el cuadrado tenía que estar subido, y atado a un poste del alambrado, antes de la lluvia
Después esperaríamos,…podríamos atar la oveja del vecino… o ¿qué perro no queríamos? Estaría bueno verlo fulminado por el rayo, sería la demostración total de nuestro poder.
Unos días atrás había fracasado en un ensayo. Pero éste había sido peligroso, me di cuenta después.
Las pistolas de aire comprimido estaban de moda, eran baratas y todos tratábamos de comprarla… pero eran nada… apenas salía un balín de vez en cuando con poca fuerza. Entonces decidí probar como en las películas, echar pólvora por el caño, apretarla y ponerle algunas municiones del cartucho de escopeta, que desarmamos para conseguir pólvora.
Con mucho cuidado preparamos la pistola, sabiendo que un golpe podría hacer estallar la pólvora.
Una vez lista había que gatillar… pero ¿quién lo hacía? Gustavo, mi hermano me seguía en todo pero no se jugaba por nada de lo que yo hacía. A mí tampoco me parecía suficientemente sólida la pistola, no era de fierro como la pistola de mi papa, era de cañito de lata… mejor buscar otra forma para la prueba ¡y así lo hicimos!
La atamos en un limonero apuntando hacia algo para ver el efecto, el hilo atado al gatillo llegaba hasta la vereda a unos 5 metros y teníamos el tapialcito de la casa para escondernos detrás usándolo como escudo.
Tiramos el gatillo y la explosión fue muy fuerte. Corrimos hacia el lugar que era apuntado por la pistola y no había nada distinto, el humo de la pólvora nos hizo toser un poquito, miramos adonde estaba la pistola y no estaba.
Nunca supimos qué pasó, tampoco encontramos los restos de la pistola, solo los hilos que usamos para atarla al limonero, y… todos rotos. Fracaso total.
¡Pero el cuadrado sería un triunfo! ¡Estaba todo pensado!
Ante esta seguridad pude dormir.
A las siete el gallo de Doña Teresa empezó a cantar y me levanté. Si se cumplía el pronóstico hoy seríamos cazadores de refucilos.
¡¡¡Qué no haríamos si salía bien!!!
Abrí la puerta de la cocina para mirar el cielo y sólo se veía neblina abajo y arriba, el pasto del patio estaba mojado de rocío, adentro apoyado en una de las paredes del comedor estaba el cuadrado, imponente, grande y feo también. Veía todo negro, no estaba bien… pero también es cierto que no quería sol, todo indicaba un tiempo horrible. Solo lindo para mí si lo pensaba en función de remontar el cuadrado.
Eso sí, no había una gota de aire, todo era humedad y así hasta el diario del cuadrado estaba al tacto mojado. También me preocupaba.
Pon-pon se restregó contra el cuadrado buscando mimos, y el corazón me latió fuerte, ¡me lo iba a romper!
Lo agarré de la panza por el medio y lo mande al dormitorio.
Gustavo se estaba levantando, y me preguntó: ¿llueve?
-No, hay humedad, y mucha, así no vamos a poder remontarlo! Uhhhh, me respondió… -entonces me voy a darles de comer a las palomas. El tenía como 20 palomas, a todas las conocía y todas tenían un nombre.
En la familia le decíamos Palomeque.
Mi mamá y mi papá dormían, en unos minutos se levantarían.
Nuevamente la espera…. El sol salió y barrió la niebla, evaporó los restos de rocío en media hora, el calor empezó a sentirse y nuestras ilusiones a sucumbir, el día pintaba hermoso.
Fuimos a la esquina, nos encontramos con alguno de los chicos del barrio y jugamos a los cow-boys, pronto llegó la hora de comer y luego teníamos que ir a la escuela, a las cinco volveríamos y veríamos que pasaba. Subirlo con sol era difícil, no había viento suficiente y el cuadrado pesaba como una tonelada.

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1987

Hacía pocos días los camiones grúas de la Municipalidad de Lomas de Zamora, dirigida por Duhalde, habían colocado los carteles del frente Renovador Peronista en todos los rincones posibles de la plaza Once o Plaza Miserere. Los porteños contras se quejaban del uso de maquinaria en campaña política y más fuera del radio de Lomas.

Se hacía un acto donde participarían Cafiero, Auyero, José Rodríguez que mostraban su crecimiento político lento pero firme, en desmedro del sindicalismo de Triaca y Lorenzo Miguel por nombrar algunos, que comenzaban a quedar arrinconados y marcados como lo mas detestable y traidor del sindicalismo peronista… Las fuerzas de Menem eran las únicas que podrían transar con ellos.
Yo entonces estaba trabajando en Capitán Sarmiento, a la par de un Renovador por conveniencia que había sido elegido en el 83 por voto popular paradójicamente después de la caída de la Dictadura, era retirado como Mayor del Ejercito y no muy abierto que digamos… Mis viajes a Sarmiento eran los martes y los viernes a las reuniones de la UB y también el sábado y domingo. Muchas veces acompañaba al intendente a pueblos vecinos como Arrecifes, Zarate, etc., pertenecientes a la segunda sección electoral, donde se bajaban las líneas del Cafierismo provincial y se hacían los arreglos por simpatías y a veces por derechos basados en tiempo de militancia para ir designando los candidatos a Diputados.
Un poco cansado de tanto viaje, me referenciaron a Chacho Alvarez para trabajar en buenos aires, Chacho era el pollito capitalino de Antonio Cafiero, que en conjunto con Víctor De Genaro militante peronista y sindicalista de ATE y con German Abdala, militante de izquierda y también de Ate con Claudio Lozano constituiría la fuerza progresista mas pujante que luego estaría en el grupo de los 25.
Luego de conocerlos a todos ellos, Chacho, German, Abel Fatala, Claudio Lozano y participando de las mismas ideas en forma general, decidí armar un acto para Chacho en la circunscripción décima. Era una forma de hacernos conocer en el cuadro de las calles Rivadavia, Jujuy, Independencia y Callao. Todos de acuerdo, solicite la autorización a la policía para cortar la calle y hacer un asado partidario. El Alfonsinismo hacía aguas y el clima de la interna Peronista estaba caliente.
En la décima estaba la unidad Básica que armamos con algunos compañeros de la zona y que yo conocía por tener comercio allí y había otra agrupación que respondía a Carlos Grosso. Carlos era la expresión corrupta de la renovación peronista, había perdido en pocos años el cariño de la gente. Con Chacho y German no existía posibilidad de entendimiento (hasta que lo hubo, digo esto por Chacho que en su afán de sumar, termino vendiendo su alma), así que en mi circunscripción también había tensión con los grossistas. Además yo era un advenedizo, aparecía de pronto sin historia militante en la décima.
Todo esta introducción fue para contar lo verdaderamente sabroso, escondido detrás de la tira y los chorizos que degustaron los vecinos perfectamente ordenados y sentados en 50 metros de mesas armadas con caballetes, con vista al escenario.
Esto sucedía en la calle Alsina entre Misiones y Saavedra, el escenario cerca de Misiones y el humo del asado casi sobre Saavedra.
Los asadores me los había traído de Capitán Sarmiento, uno era el Negro Aguirre, y el otro el Flaco Portillo, que siempre me seguían en el pueblo. Los dos muy compenetrados y ante tanta gente estaban anchos de orgullo.
Cuando comenzó a hablar Chacho, la gente hizo silencio, y lo cortaba con tímidos aplausos. Era más lo que masticaban que lo que escuchaban, ¡sabido es! Pero aplaudían para disimular que lo que más les interesaba era el asado
De pronto un griterío fenomenal y Chacho que interrumpe. Miro hacia Saavedra y en medio del humo, donde estaban los asadores, junto a los que quieren comer de parados, suponiendo que allí se come lo mejor, había un grupo forcejeando. ¡Había pelea!
Corrí hacia allá y Portillo se me acerca también agitado y me dice
-Nada, se hicieron los vivos, y lo cancherearon al negro. Venían a hacer quilombo y arruinar el acto
-Pero ¿qué pasó? Hay uno en el suelo… ¿lo clavó?
-Aguirre le pegó un planazo a uno que está en el piso. No te asustes, no le hizo nada, solo lo desmayó. Dicen que era de la Gente de la UB grosista...
-Porteños boludos, nosotros no venimos a joder a nadie pero lo corrieron al Negro diciéndole que estaba mal puesto el asador y haciendo bardo…para que no se escuche lo que decía Chacho. Para colmo le dijeron: “¿Sos de la provincia? Acá mandamos nosotros. ¿Que tenés que venir a la capital. Las chicas que vengan pero solas, ¿sos empleado de Polo?” El Negro se sacó la alpargata de la izquierda, le amagó a cruzarlo con un alpargatazo y con la cuchilla le metió un planazo. ¡Pobre porteñito! Se le doblaron las rodillas y se tumbo de costado. Pero está bien.
Cuando llegó la policia, el tipo estaba sentado en una silla y como buen peronista sólo dijo:
-Agentes vayan tranquilos no pasó nada, solo una discusión entre compañeros.
Y así fue… pero al Negro Aguirre lo llevamos al local, lo sentamos y tranquilizamos con unos vasos de vino. Allí me dí cuenta que además de peronistas de la primera hora, hay peronistas de la pampa, la puna, del sur y de la ciudad, peronistas unitarios y peronistas federales, el Negro era un exponente ideal de las desaparecidas Montoneras.
No confundo con los Montoneros, él tampoco.

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